El fuego que no debió arder: proteger el Cerro Masatrigo es proteger nuestro futuro
Emblema de la comarca de La Siberia, ardió parcialmente. Aunque los daños no fueron totales, el impacto ecológico y emocional ha sido profundo. Este suceso, lamentablemente evitable, nos obliga a reflexionar seriamente sobre el papel de cada uno en la protección de nuestros espacios naturales.
El fuego, en la naturaleza, no es siempre un enemigo, pero cuando es provocado o mal gestionado por el ser humano, se convierte en una tragedia. A veces por negligencia, a veces por imprudencia, basta una colilla, una fogata mal apagada o una barbacoa fuera de lugar para desatar un desastre. El Cerro Masatrigo no ha sido una excepción.
Más allá de la pérdida de vegetación, el fuego afecta a la fauna, a los suelos, al aire… y a nuestra identidad como comunidad. Este cerro no solo es una montaña: es símbolo, es paisaje, es historia, es hogar de muchas especies y orgullo de un pueblo. Lo que se quema no se recupera fácilmente.
Por eso, más que nunca, necesitamos compromiso. Cuidar la naturaleza no es un gesto aislado, es una actitud diaria.
- No encender fuego bajo ninguna circunstancia.
- No dejar basura ni restos de comida.
- No salirse de los senderos marcados.
- No perturbar a la fauna ni arrancar flora.
- Y, sobre todo, no mirar hacia otro lado.
El respeto por el entorno empieza por la educación ambiental y se transmite con el ejemplo. Queremos que el Cerro Masatrigo siga siendo ese lugar mágico donde caminar, contemplar las estrellas o simplemente respirar aire puro. Pero para que eso sea posible, necesita protección activa, vigilancia ciudadana y concienciación colectiva.
Invitamos a todos los que aman este rincón único de la península a compartir esta reflexión, a implicarse y a recordar que, en cada gesto, podemos ser parte de la solución… o parte del problema.
Autor: Antonio Miguel Ruiz Redondo